- Imprimirle millares de huellas digitales.
- Forrarlo de papel manila morado.
- Sacarlo del agua y todavía leerlo.
- Ocultar fotos viejas entre sus páginas.
- Abrirlo en una página al azar.
- Quitarle con lujuria la envoltura de plástico.
- Llevárselo a una isla desierta.
- Usar algún separador coqueto.
- Saber a simple vista si ha sido leído.
- Promoverlo quemando la primera edición en una plaza pública.
- Darse el gustazo de comprarlo en pasta dura.
- Preservar los ahorros a salvo de los ojos de los palurdos.
- Enviarlo por correo con una carta perfumada dentro.
- Hacer de su portada seña de identidad.
- Apilarlo con otros: escultura fugaz.
- Ensalivar sus hojas, hasta que se deshoje.
- Guardarlo en una caja, ya deshojado.
- Pagarse el lujo de reencuadernarlo.
- Arrancarle algún prólogo infumable.
- Fumárselo.
- Leerlo cuasientreabierto, para no maltratarlo.
- Imprimirle la huella de un beso en la última página.
- Ahorrar mediante la edición de bolsillo.
- Camuflarlo bajo la cubierta de un catecismo.
- Toparse con un cheque sin cobrar dentro de la solapa.
- Cambalacharlo en una librería de viejo.
- Despatarrarlo un poco, de los puros nervios.
- Lanzarlo en llamas a la casa del autor.
- Envenenar sus hojas con pétalos cautivos.
- Leerlo durante un baño de burbujas.
- Olisquear el perfume de su última lectora.
- Echarlo por la ventana y correr a rescatarlo.
- Masajear las encías de un cachorro bibliófago.
- Olvidarlo en un tren y comprarlo otra vez, sin mayor drama.
- Aplastar a un mosquito impertinente.
- Inspirar más incisos de esta lista de atavismos.
Robado de El boomeran(g) gracias a Ciencia en el siglo XXI.