lunes, 24 de septiembre de 2012

Los primeros coches querían ser calesas

Los primeros coches querían ser calesas

Los primeros automóviles imitaban a los carruajes tirados por caballos porque tenían más alta consideración. De hecho convivieron durante bastantes años y aún hoy hay quien los prefiere (la reina de Inglaterra y los turistas en Sevilla, principalmente).

Coche «incunable»
Uno de los primeros coches (de la Wikipedia)

calesa
Calesa (de la Wikipedia)

No querían hacer un coche como éste porque preferían las calesas.

¡Vamos hombre!

Coche que habrían despreciado a final del siglo XIX
Los primeros fabricantes no quisieron hacer estos coches porque molaban más las calesas.

Si has leído hasta aquí estarás pensando «¿Esto no era un blog sobre bibliofilia? ¿habrá dejado bibliotranstornado la medicación?» ¡Pues sí!, esto es un blog de bibliofilia, y los párrafos anteriores son una analogía para hacer más evidente lo absurdo de unas ideas que suelo leer sobre historia del libro. Y de la medicación digamos que la sigo...

Argumentos tan peregrinos como éste se ven frecuentemente, cambiando primeros coches por incunables y calesas por manuscritos, en la historia del libro antiguo.

En toda la historia de la humanidad los inventos han sido un proceso gradual, se avanza en un aspecto pero si se puede aprovechar lo anterior se aprovecha hasta que un nuevo invento va eliminando los aspectos que no habían cambiado.

Así cuando se inventó el carruaje sin caballos, se aprovechó el chasis, las ruedas, los asientos, los faros... y sólo hubo que añadirle un mecanismo que ya existía en los barcos. Más adelante se sustituyeron las ruedas por ruedas con neumáticos, carrocerías aerodinámicas, etc.

Y lo mismo pasó con los libros: el invento de la imprenta (tipos móviles y plancha) no necesitó cambiar el diseño de los libros para que el invento fuera productivo. Años más adelante alguien se dio cuenta que las abreviaturas medievales estaban muy bien para cuando se escribía a mano, pero que no aportaban nada a los impresos y paulatinamente fue desapareciendo, al mismo tiempo que se incluían numeración, foliación, reclamos, signaturas tipográficas, tablas e índices de contenidos, portadas, etc.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

El saber no ocupa lugar

El saber no ocupa lugar

La compra de libros antiguos es un juego, o puede serlo cuando el comprador descubre una cualidad que se le ha pasado por alto al comprador.

No es lo habitual, y el vendedor conoce los detalles del libro que lo pueden hacer interesante a cada tipo de comprador.

Pero a veces el comprador sabe que hay algo más. Unas veces sólo por instinto y otras veces porque sabe las particularidades de escribir los años en los siglos XVII y XVIII, te permiten saber que un libro es 100 años más antiguo de lo que piensa el vendedor.

Un caso muy reciente ha sido el de un vendedor que no sabía lo que tenía entre manos pero alguien le ha avisado antes de finalizar la puja, que ha sido cancelada.

Vendía un misal o biblia de 1880 aproximadamente.

Encuadernación con imágenes en relieve Encuadernación en piel con adornos en relieve y cierres. Imagen del vendedor.

Pero la encuadernación me parecia renacentista y en la portada figura el año en cirílico, (no estamos acostumbrados a estos caracteres, pero el sistema es mucho más sencillo que el de los números romanos).

El año es 1581 para un libro ruso no está nada mal.

Portada con el año en cirílico Imagen del vendedor.

Busco libros eslavos de 1581 y me encuentro que en ese año se imprimió la primera biblia en eslavo eclesiástica, la Biblia Ostrog, nada menos, y en la wikipedia la imágen es muy parecida a la presunta biblia de 1880.

Biblia Ostrog en la Wikipedia Biblia Ostrog. Imagen de la Wikipedia.

Si este libro no es la biblia Ostrog es otro libro del mismo impresor y del mismo año.

Creo que vale algo más que su precio de salida (1 euro).

Prefiero no soñar con lo que podría haber pasado si nadie más se da cuenta.